Existe la creencia extendida de que todo lo que se cultiva con nuestra propias manos es agricultura ecológica, mientras que lo que podemos encontrar en la mayoría de establecimientos comerciales es fruto de la agricultura convencional. Se piensa que la diferencia entre un tipo u otro de cultivo radica en el número de productos que se consiguen, en el tiempo que se dedica a su cuidado o en el uso de fertilizantes o abonos, entre otras coas; pero eso no es del todo cierto. Como tampoco lo es que los productos procedentes de la agricultura ecológica sean más saludables, tengan mejor sabor o una calidad mayor, que los de la agricultura convencional.
En primer lugar, cabe señalar que según el reglamento Europeo :“la producción ecológica es un sistema general de gestión agrícola y producción de alimentos que combina las mejores prácticas ambientales, un elevado nivel de biodiversidad, la preservación de recursos naturales, la aplicación de normas exigentes sobre bienestar animal y una producción conforme a las preferencias de determinados consumidores por productos obtenidos a partir de sustancias y procesos naturales”.
Según el mismo organismo, la agricultura ecológica se diferencia de otros sistemas de producción agrícola en varios aspectos:
La fertilidad y actividad biológica del suelo se mantiene mediante el cultivo de leguminosas, el abonado en verde y las plantas de enraizamiento profundo, siguiendo un programa de rotación de cultivos anual. De esta forma se reduce la erosión hídrica del suelo, fija el nitrógeno atmosférico y supone un aporte de materia orgánica al suelo. ¿Cuántas personas hacen eso cuando tienen un huerto en su balcón o un pequeño terreno que trabajan ellos mismos?.
No obstante, la normativa indica que esta medida puede complementarse incorporando a la tierra estiércol procedente de explotaciones ganaderas ecológicas y materias orgánicas transformadas en compost o sin transformar.
Además, si con estos sistemas no se ha logrado todavía una nutrición adecuada de los vegetales, se pueden incorporar fertilizantes, siempre y cuando sean orgánicos o minerales naturales poco solubles que no se obtienen mediante síntesis química y que figuran en el anexo I del mencionado reglamento.
Del mismo modo, la protección de las plantas contra los parásitos y las enfermedades pasa por:
- La selección de las especies y las variedades que sean resistentes por naturaleza.
- La aplicación de programas de rotación de cultivos.
- El empleo de medios mecánicos de cultivo.
- La quema de malas hierbas.
- La protección de los enemigos naturales de los parásitos, como la conservación de setos o nidos.
Cuando sea necesario utilizar productos fitosanitarios solo podrán emplearse los que figuran en el Anexo II del Reglamento.
Es decir, todo en torno a la agricultura ecológica está legislado y debe cumplir con unos requisitos muy estrictos que no siempre coinciden con el hecho de evitar técnicas productivas industriales y que, resulta complicado cumplir cuando lo que se quiere es tener unos pocos productos para consumo personal. Es más, en la mayoría de ocasiones no se cuenta con el conocimiento necesario para hacerlo e incluso, cabe destacar que tampoco el cultivo a pequeña escala es sinónimo de agricultura ecológica. Hay productores de ecológico que son capaces de producir muchas toneladas de alimentos. La clave siempre está en cumplir con lo que dicen las leyes.
Así pues, es probable que haya quien tenga un huerto personal que produzca agricultura ecológica pero no es lo habitual. Muchas veces tampoco será rentable. No hay que obviar que la producción ecológica necesita de un esfuerzo mucho mayor que la convencional para producir la misma cantidad de productos, de ahí que los establecimientos que comercializan ecológico oferten precios menos competitivos.
Lo que no hay que olvidar es que se trata de alimentos destinados al consumo humano por lo que, tanto los considerados ecológicos como los convencionales, todos los que se pueden encontrar en el mercado, cumplen con la normativa vigente en materia de salud alimentaria y han pasado los controles oportunos para poder ser consumidos.
En caso de cultivar para consumo propio no será así, pues ninguna inspección va a ir a tu casa a produciendo alimentos de manera adecuada, por lo que no hay que menospreciar el hecho de que se puede correr el riesgo de consumir alimentos no del todo seguros.