Las alhóndigas conforman una fórmula transparente poco habitual de fijación de precios agrarios que se introdujo en la Región de Murcia en el año 1977
Las subastas de productos agrarios conforman un método de comercialización del género tras su cosecha propio de estas tierras del sur español con apenas unas décadas de historia. En las denominadas alhóndigas los productores de frutas y hortalizas encuentran una vía libre de salida al mercado, sin las sujeciones a precios y clientes previamente comprometidos que siguen otras fórmulas más comunes en el sector murciano. En ellas se acuerda el precio in situ, en función de las leyes de oferta y demanda.
La libertad que los productores tienen para ofertar su trabajo ha llevado a las alhóndigas a coordinar sus horarios de puja para que un mismo empresario pueda concurrir a varias en un mismo día. A ellas también asisten, lógicamente, los compradores potenciales, que generalmente son mayoristas de almacenes, pequeñas cadenas de supermercados y conserveros. Los grandes compradores, singularmente los gigantes de la distribución, no parecen muy interesados en aparecer por unas pujas en las que, ‘a priori’, no tienen tanto margen para imponer sus condiciones.
Pese a estas aparentes ventajas, sobre todo para un sector que frecuentemente muestra su malestar por la escasa capacidad de negociación que le dejan sus poderosos clientes (principalmente los señalados grandes distribuidores), las alhóndigas, aunque presentes, no abundan en la Región. No al menos como en Almería, donde en torno a dos tercios de la producción agrícola de regadío se vende a través de subastas, según estima Francisco García, gerente de Subasta del Sureste (Subasur), una de las alhóndigas que operan en Torre Pacheco. En cambio aquí, añadió este profesional al ser entrevistado por este periodista hace unos años, «rondaremos el 10%.
Las alhóndigas comenzaron a operar en la vecina provincia andaluza hace unos cincuenta años, según los cálculos del presidente sectorial de estas empresas en la organización regional de productores y exportadores Proexport, Mariano Zapata. A la Región llegaron después, y, como se ha visto, su implantación no ha logrado la solidez de otras fórmulas conformadas en torno a la fijación programada de precios, lo que a menudo convierte al sector agrario en una actividad especial en el que las leyes del libre mercado no rigen como en otros.
La pionera murciana fue Centramirsa, en la pedanía sanjaviereña de El Mirador, y el año en el que comenzó esta actividad fue 1977. El término alhóndiga, sin embargo, es muy anterior. De esta manera se denominaban a los antiguos almudíes en los que se comercializaba y almacenaba el grano en las poblaciones como precaución ante periodos de escasez. El término se emplea ahora para denominar estas subastas agrarias principalmente en Andalucía y la Región. Junto a la citada Subasur, entre las alhóndigas murcianas se encuentran otras como Agridemur, Agrocazalla, Agrodolores, Almerca, El Mirador, Hortícola 3 Puentes, Hortícola de Mazarrón, Mercagrisa y Soltir.
Las subastas siguen una pauta de precios inversa, en la que se arranca ofertando un precio alto por el producto, para a continuación ir bajando hasta encontrar a un comprador dispuesto a pagarlo. La alhóndiga se lleva por su parte una comisión del 10%. Es «el único sistema agrario de fijación de precios, lo demás son milongas», explicó Francisco García para tratar de transmitir las bondades del singular sistema.
Fuente: Artículo de Ginés S. Forte para La Verdad
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