El sistema de puja, habitual en Andalucía y la Región de Murcia, es uno de los métodos que las empresas agrícolas utilizan para sobreponerse a la competencia
La vida comercial en las ciudades de la España musulmana de la Edad Media rondaba alrededor de unos depósitos de mercancías, que eran a la vez almacén y hospedería de viajeros, y que desde entonces adquirieron el nombre de alhóndigas. Allí se almacenaba género y se daba alojamiento a los comerciantes, mientras que en los centros rurales eran puntos donde también se celebraban mercados. Por aquel entonces, el establecimiento se usaba sobre todo para vender, comprar o almacenar grano, cuyo fin era regular los precios del mercado y socorrer a los vecinos en tiempos de escasez.
Con el mismo propósito siguieron utilizándose en la Edad Moderna hasta llegar a la actualidad, donde se conoce como alhóndigas a empresas y cooperativas del sector agrario, sobre todo las de Andalucía y la Región de Murcia. Su misión es unificar la oferta y la demanda de los productos hortofrutícolas: los agricultores llevan sus productos a la alhóndiga y esta se encarga de subastarlos mediante una subasta dinámica a cambio de una comisión. Es uno de los métodos que las empresas agrícolas encuentran para sobreponerse a la competencia feroz a la que frecuentemente están expuestas: se venden en origen los productos agroalimentarios sin haber cerrado antes el precio en un contrato de compra-venta.
Esas subastas con apenas unas décadas de historia conforman en el sur español un método de comercialización del género tras su cosecha. Los productores de frutas y hortalizas encuentran una vía libre de salida al mercado, sin las sujeciones a precios y clientes previamente comprometidos que siguen otras fórmulas más comunes en el sector murciano. En ellas se acuerda el precio in situ, en función de las leyes de oferta y demanda. El funcionamiento sigue una pauta de precios inversa, en la que se arranca ofertando un precio alto por el producto, para a continuación ir bajando hasta encontrar a un comprador dispuesto a pagarlo. La alhóndiga se lleva por su parte una comisión del 10%.
La libertad que los productores tienen para ofertar su trabajo ha llevado a las alhóndigas a coordinar sus horarios de puja para que un mismo empresario pueda concurrir a varias en un mismo día. A ellas también asisten, lógicamente, los compradores potenciales, que generalmente son mayoristas de almacenes, pequeñas cadenas de supermercados y conserveros. Por el contrario, los grandes compradores, sobre todo los gigantes de la distribución, son los menos interesados en estas pujas, pues encuentran allí menor margen de actuación para imponer sus condiciones.
De esta manera, las alhóndigas buscan garantizar el buen funcionamiento del sector agrícola, que, junto con la ganadería, configura uno de los principales motores económicos de la Comunidad, responsables del 6,4% del PIB regional y la base de la industria alimentaria. A su valor primordial se suman los retos a los que hace frente el sector, puesto que la agricultura se enfrenta en la Región de Murcia a una situación complicada debido a circunstancias como el cambio normativo, las exigencias medioambientales, los recortes de agua del Trasvase y la sequía continua.
Para sobreponerse a las dificultades, la Comunidad cuenta con un buen número de alhóndigas, aunque con menor presencia que en la vecina Almería, donde dos tercios de la producción agrícola se vende a través de subastas. Allí, el sistema de subasta comenzó a operar hace medio siglo, y no fue hasta años después cuando llegó a la Región, donde actualmente gestiona en torno a un 10% de la producción. La pionera murciana fue Centramirsa, que arrancó su actividad en la pedanía sanjaviereña de El Mirador en 1977 y continúa siendo una de las comercializadoras más importantes de la Región, con una central de 32.000 metros cuadrados.
Junto a ella, otras tantas alhóndigas operan en el territorio de la Región. Algunas, como Agrimur, Agrocazalla, Agrodolores El Mirador, Alhóndiga y Mercados (Almerca), Hortícola de Mazarrón (Hortisa), Hortofrutícola 3 Puentes, Mercagrisa, Sol y Tierra (Soltir) y Subasur, están asociadas a Proexport, la Asociación de Productores y Exportadores de Frutas y Hortalizas de la Región. Situadas en el Valle de Guadalentín, Mazarrón, Campo de Cartagena y Vega Baja de Alicante, reúnen a cerca de 3.000 agricultores con explotaciones familiares que comercializan sus producciones de frutas y hortalizas, hasta sumar cerca de 250.000 toneladas.
Cada una se especializa en algunos de los productos agrícolas de la Comunidad con los que sigue deslumbrando como la huerta de Europa: en invierno, la zona favorece el cultivo de alcachofa, habas, calabacín, brócoli, coliflor, guisantes y toda clase de verduras. En verano, el melón, la sandía y otras frutas estivales son los protagonistas. Buena parte de la producción de los cultivos pasa del origen a las alhóndigas, que apuestan por la evolución en su futuro más cercano. La sostenibilidad y la digitalización son sus principales ámbitos de mejora, con los que ganar en eficiencia energética y trazabilidad de las subastas.
Artículo publicado en el diario La Verdad el 31 de julio de 2024