Profesor Titular de la UPCT y profesor visitante del departamento de Política Territorial y Planificación Ambiental de la Universidad de California Berkeley
Le adjunto al lector unos breves apuntes por si le sirve para las conversaciones de almuerzo en el trabajo a la vuelta de vacaciones, donde siempre tenemos el típico cuñao que ha hecho una tesis doctoral del Mar Menor leyendo tweets en las redes sociales.
Lo de las competencias. Vaya por delante: competencias tienen las dos administraciones y ninguna solución será efectiva si no parte del consenso entre ambas. Dicho esto, que quede claro que las competencias para RESOLVER la situación, tal y como está ahora, las tiene sobre todo el Estado. Si el Ministerio no tuviese las competencias para implementar las soluciones de un plan de recuperación ambiental del Mar Menor ¿por qué narices el MITECO lleva cinco años tramitando administrativamente el Plan de Vertido Cero (PV0) con actuaciones de todo tipo para recuperar la laguna? ¿Por amor al arte?
Lo de las golas. Vaya por delante que una cosa es dragar la gola y otra es recuperar el calado. Dragar es una operación de ingeniería civil, que si se hace ahora, tal y como está el patio, aquí se lía parda. Recuperar el calado es algo bastante menor que se venía haciendo habitualmente hasta 2011. De hecho, la actual ministra, siendo secretaria de Estado, lo autorizaba entonces habitualmente, ya que las cinco golas de La Manga, por la estructura de corrientes de la dinámica sedimentaria en la zona, tienden a aterrarse (basta con ver cómo están las tres golas de Las Encañizadas donde al ser espacio protegido nunca se recupera calado: al paso que va ahí la cosa, algún día acabaremos pudiendo pasar andando por allí).
Soluciones estructurales y definitivas. Lo del freático y la gola de Marchamalo son en cualquier caso soluciones coyunturales. Tienen sentido en una coyuntura de crisis, pero los responsables políticos tienen la obligación moral de tener altura de miras y plantear soluciones que trasciendan su propia supervivencia política. Cualquier plan de recuperación definitiva del Mar menor, sea cual sea, requerirá para su implementación unos diez años (más el tiempo necesario para que se vean los resultados). Basta con ver casos similares como la bahía de Chesapeake, Salton Sea, o Tampa en USA, y las lagunas de Thau y Berre en Francia, con problemáticas más o menos similares al Mar Menor y resultados desiguales por la gestión más o menos eficiente de sus políticos.
Son estos asesores que no tienen ni puñetera idea de cómo se arregla el Mar Menor, pero que son especialistas en que sus políticos salgan bien valorados en las encuestas. Y volviendo al tema, el nombre mola mucho, pero si lo que se va a hacer es ‘actuar en origen’ solo en 390 Ha de las más de 50.000 del Campo de Cartagena vamos listos. A esto hay que añadir que como en 2023 haya cambio en Madrid, y los que entren vengan con el mismo ánimo que los que hay ahora, dentro de dos años volvemos a empezar de cero.
La altura de miras de los políticos. Los políticos son temporales, pero los problemas son permanentes. Cualquier plan de recuperación definitiva sobrepasará dos legislaturas de cualquier partido político en el Gobierno. Quien pone en marcha el plan (en este caso el Gobierno de Rajoy) se apunta al tanto del inicio. El que culmine la recuperación se apuntará el premio final. El que lo tiene más difícil es el que está en medio, pues ese no recoge ningún fruto electoral y tiene el marrón de continuar las acciones iniciadas por otros (es lo que se suele llamar políticas de Estado).
El PV0 lleva ya cinco años tramitándose, habiendo consensuado la problemática, redactado el plan a nivel estratégico y realizado el trámite ambiental y la exposición pública (en esta broma fácil el Estado se ha dejado más de un millón de euros solo en papeles, y me quedaré corto). ¿Entonces, qué? Como la solución buena tiene que ser la que hagan los nuestros, ¿enterramos lo anterior y volvemos a la casilla de salida de 2016?
Artículo publicado el 4 de septiembre de 2021 en el diario La Opinión