Arturo Sanz
BASF y la apuesta por la gestión sostenible del Nitrógeno.
Todos hemos disfrutado construyendo castillos de arena en la playa. Y también hemos experimentado el gran esfuerzo que suponen los constantes ir y venir con las manos cargadas de arena, sí… y por otro lado sentir la impotencia de ver cómo, en cada puñado que añadimos, hemos perdido la mitad o más por el camino. Se nos ha escapado entre los dedos. El ejemplo nos permite ilustrar el fenómeno que en un entorno natural se produce con el nitrógeno que aportamos a nuestros cultivos: la eficiencia del nitrógeno añadido puede ser muy baja porque, literalmente, se nos escapa.
El nitrógeno que aportamos al suelo, en cualquiera de las formas (orgánica, ureica, o amoniacal), se transformará de una manera más o menos rápida en formas más simples hasta acabar en forma nítrica, el famoso nitrato NO3-. Este nitrato es el grano fino que se nos escapará entre los dedos. Al ser un anión, con carga negativa, no es retenido por las partículas de suelo, también con carga negativa. Una vez disuelto en el agua de riego o lluvia, percolará y filtrará en profundidad hasta quedar fuera del alcance de las raíces, acumulándose en los acuíferos.
La baja eficiencia del uso del nitrógeno también se puede producir por evaporación en forma de amoniaco, cuestión que se da, principalmente, en aplicaciones de urea o purines en superficie.
¿Qué consecuencias tiene?
Las consecuencias son conocidas por todos. La acumulación de nitratos en aguas freáticas ha llevado a la clausura de numerosas fuentes y pozos para consumo humano, por ser su consumo un riesgo para la salud. En algunas zonas de alta intensidad de aplicación de nitrógeno, bien como purines, bien como fertilizantes minerales, se han llegado a clausurar más del 50% de pozos.
En el caso de las emisiones los efectos no son tan directos ni visibles a corto plazo, pero sí son igualmente peligrosas. Estas emisiones de gases derivados del nitrógeno (NH3, NOx, N2O) tienen un efecto a largo plazo, que está directamente relacionado con el cambio climático, es decir, estos gases son causantes del calentamiento global por el llamado efecto invernadero.
¿Qué podemos hacer?
En primer lugar es necesario seguir la normativa vigente en fertilización y buenas prácticas agrícolas. El nitrógeno es esencial para asegurar del rendimiento de los cultivos, y es el factor que resulta más determinante en el rendimiento cuantitativo. Por lo tanto, en nuestra mano está hacer un uso consciente y racional por ejemplo, con un plan de abonado a nuestro cultivo, que incluya el momento correcto, los tipos de abonos adecuados y las cantidades necesarias. Especial atención requerirá esto en las denominadas zonas vulnerables a la contaminación por nitratos, y en aquellas declaradas de protección por su interés ecológico.
Esto supondrá beneficios para la economía del agricultor, y por supuesto al medio ambiente.
También BASF ofrece tecnologías desarrolladas para aumentar la eficiencia del nitrógeno y minimizar su pérdida: son los inhibidores de nitrificación y de la ureasa. Con su aplicación se ralentizan y previenen los fenómenos por los que el nitrógeno se transforma en nitrato lixiviable o en amoniaco evaporable. Su efecto es temporal, reversible y sin efectos sobre fauna útil o medio ambiente.
Inhibidores de nitrificación: se añaden a fertilizantes con alto contenido amoniacal. Estos compuestos inhiben las bacterias del suelo responsables de la transformación del amonio en nitrato. Este amonio, con carga positiva no se lava, por lo que permanece más tiempo en las capas del suelo de donde las plantas lo absorben. Con estos inhibidores es posible mejorar la producción del cultivo reduciendo la cantidad de nitrógeno que es añade al cultivo.
Inhibidores de la ureasa: se añaden a la urea. La enzima ureasa presente en el suelo queda inhibida de forma natural, evitando que la urea se transforme en amoniaco. Así, damos tiempo a que, a través de un riego o lluvia, esta urea superficial se incorpore al suelo quedando así a salvo de perderse.
Ambas soluciones, además de lograr un abonado más eficiente para el cultivo, evitan que haya un exceso de nitrato, con lo que se reducen las contaminaciones de las capas freáticas. Además, se reduce la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero, contribuyendo a reducir el impacto de la agricultura en el calentamiento global.
BASF ha investigado y desarrollado durante los últimos 30 años las soluciones que ya están a disposición de los agricultores. Hoy en día con estas soluciones, y en un futuro con nuevos desarrollos, se conseguirá el principal objetivo: contribuir a una agricultura productiva, sostenible y rentable para el agricultor, en equilibrio con el medioambiente.